lunes, 9 de enero de 2012

Un Relato de Desencuentros: Mapuches y Europeos en Isla Mocha (1554-1687)



Preámbulo

Desolados arenales del bordemar en las penumbras del crepúsculo, todos repletos de huellas humanas, huellas que los implacables vientos del océano harán desaparecer. Entonces, porque en ningún otro lugar que no sea la memoria podrá permanecer el recuerdo de los rituales celebrados, los arenales son el vacío que se indaga, vacío que resguarda las imágenes de un encuentro respetuoso entre hombres diferentes que intercambiaron los bienes preciados de la vida y la muerte.
Al caer la noche en Isla Mocha, en aquellos despoblados de siglos, hambrientos perros en la tormenta buscarán aquellas cosas en olvido. En las rukas, los hombres mirarán su rostro reflejado hasta el infinito en el acero relucido de los cuchillos de Rosemburgo. Todos estaremos contentos. No lejos de allí, encaramado en uno de los barcos de la pequeña flotilla, un marinero holandés, guardia de proa, vigila la isla en penumbras. Es la mirada del otro que nos traspasa. Mirada que es puro pensamiento porque el cavilar es la madre de todos los ojeos.
La Isla Mocha, descubierta en 1550 y luego reconocida en 1554 por J.B.Pastene, navegante italiano al servicio de la Corona de España, ingresa en la cosmovisión europea a partir de esa fecha y desde ese mismo instante se transforma en un punto clave para la obtención de suministros de agua y alimentos para navegantes, viajeros y corsarios que surcaban las procelosas aguas del Pacífico.
Durante los siglos XVI y XVII, navegantes europeos provenientes de España, Holanda e Inglaterra pudieron recalar en el bordemar de la Isla Mocha. Muchos de ellos dejaron relatos de sus navegaciones y encuentros, proporcionándonos diferentes visiones de los indígenas isleños. Los textos de los relatos de los viajes de Pastene (Cárdenas 1554, Bibar 1558), Hawkins (1556), Drake (Fletcher 1578), van Noort (1602), Spilbergen (1619), las crónicas de los historiadores jesuítas Ovalle (1642) y Rosales (1668, 1670), y los documentos que se conservan en el Fondo Bibliográfico José Toribio Medina, para el período 1550-1690, permiten no solamente construir un cuadro muy nítido del estilo de vida de los mapuche en Isla Mocha en los siglos XVI y XVII, cuyos restos hoy encontramos en innumerables sitios arqueológicos en la isla, sino también poder percatarnos de la diversidad de perspectivas significantes con la que los europeos marcaron a los indígenas de Isla Mocha y comprender que la trascendencia de un estilo de vida es una utopía que pareciera depender del sujeto pensante.
La Corona española desconfiará desde el primer momento de los habitantes de la isla. Las acciones emprendidas por los corsarios cubría de apremios la incipiente población costera, lo que sumado a las amenazas de los mapuches continentales (que mantenían un constante clima de efervescencia en toda el área ya desde finales del siglo XVI), surge entre los habitantes de Chile la idea de despoblar la Isla Mocha, cuestión que se resolverá en ese sentido a fines del siglo XVII.
Es así como tenemos una carta que el Gobernador García Hurtado de Mendoza le dirige al Rey de España Felipe II, escrita desde La Serena en 1556 (apenas dos años de reconocida), donde le informa y le sugiere lo siguiente:
enfrente del estado y Provincia de Arauco, hay ciertas islas que la una se llama de Santa María y la otra de la Mocha y otras semejantes, estas islas tienen cantidad de indios y comida y muy buenos puertos y estos indios nunca quieren estar en paz [...] todas las veces que han entrado corsarios en la mar del sur han tomado en ellas el primer puerto y noticia de lo que hay en la tierra y proveídos de comida y agua en ellas [...]. Se podría mandar que los indios de estas islas de la Mocha y Santa María y las demás, se fueran sacando dellas y llevándolos a este término de La Serena [...] despobladas estas islas no hallarían los corsarios el refresco y favor que hallan en los naturales dellas cuando entran en la mar del Sur, porque quitándoles la gente, cesaría el haber comidas y bastimentos en ellas (Manuscritos Medina, 28: 71).
Estas peticiones serán escuchadas y atendidas casi un siglo y medio después, considerando la opinión contraria durante todo ese tiempo de los jesuitas (quiénes presentarán un proyecto de evangelización que nunca se llevará a cabo), los que finalmente también aprobarán la idea de trasladarlos al continente (siempre y cuando se los entregasen para evangelizarlos).
Mapuches y Españoles: La Expedición de J.B. Pastene (1544)
Sobre la expedición de Pastene contamos con dos relatos, de desigual valor etnográfico. La primera, escrita por Juan de Cárdenas (1544), escribano de la expedición de Pastene, sólo nos señala los siguiente:
[...] y la isla se llama Gueuli y está a 38 grados largos, que a la ida la descubrimos el día del señor San Nicolás Tolentino, y por esto la nombramos la isla de San Nicolás (Cárdenas 1846: 46-47).
El segundo relato corresponde a Bibar (1558), texto sin duda mucho más completo y la primera descripción que tenemos de los habitantes de Isla Mocha. Bibar, a diferencia de Cárdenas, indica que la isla recibiría el nombre de amocha, y que estaba poblada por más de 800 indios, con "dos señores", enemistados entre sí.
Los españoles "mataron cerca de catorce indios" y apresaron a dos más y cargaron sus navíos con "maíz, papas y frijoles, que había en gran cantidad". Es el primer dato que indica la existencia de dos caciques en Isla Mocha, dato que será corroborado para el siglo XVII por Diego de Rosales.
La siguiente (Bibar ) es la primera descripción que nos ofrecen los europeos de los habitantes de la isla:
Esta isla se decía de Amocha. Está alta en medio y montuosa, y la falda rasa y muy poblada donde se da mucho bastimento. Estará de la otra isla XXX leguas y ocho de tierra firme. Tenra una legua de ancho y dos y media en torno. Ay más de ochocientos indios. Llegados a ella vinieron muchos indios y mujeres y muchachos, espantados de ver aquello que no avían visto. Y otro día salimos por la mañana, y luego vinieron los indios, y nos mandaron sentar, y que no pasásemos adelante que nos matarían. Mandó el capitán diésemos en ellos, y mataronés hasta catorce indios, y los demás huyeron, y perdieron se dos señores, los cuales metimos en la galera. Y con el servicio que llevábamos cargamos los navíos de maíz y papas y fríjoles, que avía gran cantidad. Y fue que en la sazón que llegamos estaban diferentes dos señores que ay en aquella isla, y por esto no se nos defendió. Y como ellos en condición general se huelgan del mal de unos y otros, no se confederaron, y ansi la tomamos seguramente. Aunque yo e andado e visto hartas provincias, no e visto indios más proveídos de bastimento y de mejores casas que en esta isla. Mas no es de maravillar, porque es muy fértil la tierra. Y echo este salto y rrancheria, como acá decimos, nos hedimos a la vela, y nos volvimos a la ciudad.
Los navegantes españoles consideraron salvajes a los indígenas de la Isla. Para ellos la prosperidad de la comunidad salvaje no es efecto del trabajo organizado de sus miembros, es sólo fertilidad potente de la tierra que se desborda sobre la comunidad. Es un regalo de Dios. Con aquellos que viven en divina abundancia benéfica y que no son hombres, no se pueden celebrar contratos para el intercambio de bienes. No se puede comerciar con quienes no son hombres. Entonces, arrebatar a la fuerza es vía legítima de obtener lo deseado.
Mapuche e Ingleses: La Expedición de F. Drake (1578)
Los relatos de las expediciones de los navegantes ingleses Cavendish y Drake no son muy descriptivos, tal vez porque sus experiencias con los nativos no fue muy feliz. Sólo señalan la existencia entre los indios de arcos y flechas y del cultivo de maíz, papas y ovejas.
Por ejemplo, respecto de la expedición de Cavendish se dice sólo lo siguiente:
The Admiral and the Content has secured them selves two day during the violence of the storm at the Isle of Mocha, in thirty-eight degrees south latitude, were some of the company going on shore, well armed, were attacked by the Indians armed with bows and arrows (el subrayado es nuestro).
La información sobre el accidentado viaje de Drake (quién quedará con una cicatriz en su rostro) es más abundante aunque tampoco muy variada. Una de las versiones escritas por Fletcher, señalan lo siguiente:
We ranne off againe with an Iland, wich lay in sight, named of the Spaniards Mucho, by reason of the gratnesse and large circuit thereof. At this Iland comming anchor November 25, we found it to be a fruitfull place, and well stored with sundrie sorts of good things: as sheepe and other cattell, maize (wich is a kinde of grain whereof they make bread), potatoes, with such other rootes; besides that, it is thought to be wonderfull rich in gold, and to want no good thing for the use of mans life.
[...] and for that cause, the very same night of our arrivall there, himselfe with divers of his company went ashoare, to whom the people with great courtesie came downe, bringing with them such fruits and other victuals as they had, and two very fat sheepe, wich they gave our Generall for a present. In recompence whereof, hee bestowed upon the againe many good and necessarie things; signifiying untothem, that the end of this comming was for no other cause but by way of exchange, to traffique with them for such things as wee needed and they could spare: and in particular, for such as they had alreadie brought downe unto us, besides fresh water, wich wee desired of them [...].
Our Generall taking great care for so necessarie provision, repaired to the shore again; and setting aland two of his men, sent them with their barricoes to the watering place, assigned the night before [...].
They had layed closely behind the rockes an ambushment of (as we guessed) about 500 men, armed and well appointed for such a mischiefe, who suddenly attempting their purpose (the rocks being very dangerous for the boate, and the sea-gate exceeding great) by shootting their arrowes hurt and wounded every one of our men [...].
The weapons wich this people use in their warres, are arrowes of reeds, with heads of stone very brittle and indented, buts dart of a great lenght, headed with iron or bone (Fletcher, 1635: 95-99).
Existe otra versión de este relato, que no difiere mucho del anterior, pero entrega nuevos datos sobre los habitantes de la Isla Mocha:
for their comodytes were such as wee wanted, as fatt muttons, hens, maize, or as commonly its named, Guiney wheat, etc. [...]. The souldiers hidden in the reeds, well armed with bowes, arrows and darts, made of canes [...]. The multitude was great, by estimation 2000 persons, well appointed, with bowes, darts, spears, shields, pikes, and other weapons, most of them headed with pure silver, wich in the light of the sonn made a wonderfull show and glittering (Fletcher, Mss. Sloane, 1635: 93-96, el subrayado es nuestro).
En las descripciones de los ingleses del siglo XVII, no se consignan noticias abundantes acerca de la comunidad indígena de Isla Mocha. Es probable que para ellos sólo era importante la rápida y quieta obtención de bastimentos y agua fresca. No existe el deseo de un encuentro profundo. El silencio se convierte en ambigüedad atemorizante que desencadena actos de violencia. La cicatriz en la cara de Drake es sólo un testimonio. Los mapuches pretenden aminorar el umbral de la tensión provocada, reiterar la única manera de relacionarse, reafirmando su propia identidad: guerreros, comerciantes, políticos.
Mapuches y Holandeses: La Expedición de H. van Noort (1602)
La crónica de los viajes de los navegantes holandeses van Noort (1602) y Spilbergen (1619) son, al contrario, abundantes en noticias sobre los habitantes de la Mocha. Nos señalan que los mochanos son navegantes, poseen instrumentos musicales (trutruka), tienen guanacos y ovejas, gallinas y otras aves, siembran maíz, papas, porotos y zapallos, productos que intercambian por hachas y cuchillos. Se visten con lana que sacan de los guanacos y beben chicha que hacen maíz. Sus casas tienen dos o tres entradas. Una costumbre notada por los holandeses es que los mapuche no les permiten a los extraños la entrada a sus casas.
El general envío el bote a tierra con alguna gente para ver si podríamos tranzar en amistad, utilizó para esto a un hombre (llamado Jan Claasz) que sabía como llegar a tierra desconocida. El fué solo a la isla con algunos regalos como cuchillos, fierro y padrenuestros, los que ellos recibieron amistosamente, pero indicaron que ya era muy tarde y que volvieran al dia siguiente. A lo que regresaron a bordo. Pensamos que aquí se podría obtener alimento ya que vimos muchas ovejas y animales pastando con tierra bien labrada. Al otro día partimos en dos botes a tierra con algunas hachas y cuchillos de Rosenburgo. Remamos con un bote hasta una entrada ya que es muy rocoso, ahí se nos acercaron los habitanes y nos cambiaron por cada hacha una oveja, por un cuchillo una gallina y a veces incluso dos. Además otros alimentos como maíz, raices de papas, zapallos y otras frutas que allá crecen. Llenamos nuestro bote con ellas y las llevamos a bordo, con dos de los principales casiques o caballeros de la tierra y que voluntariamente quisieron ir donde el Almirante, quién los agasajó mucho. Se quedaron esa noche a bordo pero no se les pudo entender. Nos indicaron con señas que hasta Valdivia se habrían degollado a algunos españoles y pudieron nombrarnos lugares como Arauco y Tucapel, los que se ubican allá al frente en la costa de Chile [...]
El 23 del presente fuimos con el bote nuevamente a tierra y luego de honrar a los habitantes con algunos presentes (como camisas, sombreros y otras cosas) fuimos hasta el lugar donde vivían. Había un pueblo de cerca de cincuenta casas hechas de paja y de forma alargada, con un portal en el medio. Pero no nos dejaron entrar en ellas y tampoco acercarnos a las mujeres que salieron todas de sus casas. Luego de un llamado de sus hombres ellas se arrodillaron en dos o tres grupos. Los hombres nos indicaron que nos sentáramos en troncos que estaban en el campo. Después se nos acercó una anciana que traía un jarro de greda lleno de su bebida, la que llaman Cici, la bebimos con gusto y tenía muy buen sabor. Esta bebida está hecha de maíz (que es su trigo) y agua y la preparan de esta manera, las ancianas que tienen malos dientes mascan el maiz y por la saliba de las ancianas fermenta la bebida que entonces guardan en tinajas. Tienen la superstición de que si la bebida la hacen las más ancianas es mejor. Con esto se emborrachan los indígenas y celebran sus fiestas, las que se realizan así: hacen que se reuna toda la población del pueblo, y uno se sube a un palo el que emite algunos sonidos con flautas o canta, y así beben alrededor /.../ Estos indígenas toman tantas mujeres como pueden alimentar, y el que tiene muchas hijas es rico porque el que las desee debe comprarlas del padre por bueyes, ovejas, ganado o alguna otra cosa que ellos estimen. Viven libremente entre ellos, pero cuando alguien es muerto pueden los amigos del muerto vengarlo con la misma suerte para el criminal, a menos que el que mató se amiste con ellos entregándole Cice, la que tienen que pagar anualmente. De esta manera viven casi todos los de Chile que no están en territorio español. Visten aquí faldas abajo y arriba que fabrican de la lana de ovejas grandes. Las mencionadas ovejas tienen cuellos muy largos y la lana es tan larga que casi les llega al suelo. Estas ovejas las usan para su trabajo, y para llevar carga. Cuando se cansan de trabajar no se les puede obligar a seguir ni a golpes; y vuelven la cabeza hacia uno con una gran hediondez que hechan. No nos quisieron vender estas ovejas sino otras que son como las ovejas de nuestra tierra, siendo muy gordas y hermosas, también nos dieron gallinas, ovejas y diferentes frutos a cambio de hachas y cuchillos porque apetecen mucho el fierro trabajado ya que lo prefieren vender en tierra firme.
Los relatos holandeses evocan la plenitud que había logrado alcanzar el estilo de vida indígena, religiosidad compleja y profunda que se desborda para hacerla casi ininteligible a los forasteros, exquisitas formas rituales, claros patrones de asentamiento, su gusto por las artes de la música, la sutil idea de intimidad que no puede ser expuesta al ojear del forastero, las maneras rígidas de la relación entre los sexos, la especial organización de la familia, las ideas de justicia. Para los navegantes holandeses los mapuches de Isla Mocha fueron hombres, sujetos iguales, pares. Aquello, posibilita un encuentro diferente: La paz de los hombres en el intercambio de bienes deseados, violencia ausente que no deja rastros en los arenales amarillos del salado bordemar.
Los Mapuche en el Siglo XVII: Las Crónicas de Ovalle (1646) y de Rosales (1678)
El intercambio comercial con navegantes europeos embarcados en las flotillas que visitaron la costa de América durante el siglo XVII fue una actividad que los habitantes de Isla Mocha efectuaron con mucho agrado. Aquí, una oveja servía para obtener un hacha de acero, una o dos gallinas tuvieron el valor de un cuchillo. El maíz, la papa y los zapallos servían para obtener padrenuestros y trozos de fierro. Este material será vendido por los isleños a sus hermanos del continente.
La comunidad mapuche de Isla Mocha fue proveedor e intermediario en un inmenso circuito comercial que enlazaba mundos y concepciones distantes y diferentes, Amsterdam y Tirúa. Anticipo, imagen premonitoria de lo que iba a ser el mundo tres siglos después.
Alonso de Ovalle, cronista jesuíta, resume en 1646 la información que los españoles manejaban respecto de la Isla Mocha y sus habitantes y que como lo demuestran las descripciones que transcribimos se originan principalmente en los relatos de los navegantes holandeses:
Entre los animales propios de aquel país, se pueden poner en primer lugar los que llaman ovejas de la tierra, y son de la figura de camellos, no tan bastos ni tan grandes, y sin la corcova que aquéllos tienen. Son unos, blancos; otros, negros y pardos, y otros cenicientos. Dicen los autores citados que servían antiguamente, en algunas partes, de arar la tierra antes que hubiese en ella bueyes, y aún después acá refieren los de la armada holandesa de Jorge Spilbergio, arriba citado, que cuando pasaron por la isla de la Mocha usaban los indios de estas ovejas para este efecto.
Saltaron en tierra, y el agasajo y regalo que hallaron en ella de los indios que la habitan, que son muy nobles y de muy buenos naturales, es argumento de la fertilidad y bondad de esta isla, donde habiéndose refrescado la armada muy a placer, se proveyó de grande abundancia de carneros, que los hay allí muy grandes y muy buenos, de gallinas, huevos, caza y frutas de la tierra. Con esto, habiendo festejado los holandeses a los indios que llevaron a ver sus navíos, mostrándoles su artillería y la soldadesca puesta en orden, dándole de las cosas de Europa, sombreros, hachas, vestidos y otras cosas de estimación, y habiéndolos vuelto a tierra haciéndoles salva real, últimamente les hicieron los indios señas con las manos para que se volviesen a sus navíos y se fuesen, como lo hicieron.
Esta información es reelaborada por Diego de Rosales (1678) incluyendo nuevos datos, aportados ahora por visitantes españoles. Es de gran interés transcribir en forma integra el relato que hace de la Isla Mocha y de sus habitantes:
El terreno es muy fertil, y alegre. Repartesse en hermosas llanuras, y vegas que van repechando hasta encumbrarse en la empinada sierra, la cual atraviesa a lo largo de toda la isla, yarroja dulzes y claros arroyuelos, que riegan los valles: dan de beber a los moradores, y producen grandes y crecidas arboledas. Los isleños en los tiempos anteriores llenaban gran número de familias, y apenas llegan aora a docientos indios de lanza; es mucho de reparar este consumo de gente pues en esta isla cessan todas las causas de menoscabo, que en otras Provincias de tierra firme lamentan. Porque estos jamas han tenido guerra con los Españoles, ni les an seruido, ni ocupandose en tarea alguna de trabajo, e industria personal, que siempre han estado en su isla sin españoles. Pero no se puede negar, sino que sus vicios han causado el mayor estrago; porque todo el tiempo, que les sobra de la pesca de anzuelo, y agricultura, lo emplean en comer y beber, y con el calor de la Chicha, se encienden sangrientas discordias, e inextinguibles odios que con el largo derramamiento de sangre crecen cada dia mas.
Embegezense los rencores, y heredan con nueuos motiuos, para vengar las pasiones, que las executan con el yerro, o con el veneno cruelissimamente, y tienen sus bandos, que los de una parte del zerro con los de la otra, tienen sus guerrillas trabadas. Y también se exercitan en el arte magica, y en las hechizerias, comunicando con el demonio, y transformandose aparentemente en raposas, perros, leones, lobos marinos, y otros animales de horrible ferocidad. Corresponde el maligno espíritu mostrandoseles en otras figuras semexantes. Algunas vezes se viste de la figura humana, y tomandoles cuenta de su proceder les castiga con tal seueridad, que mueren miserablemente. El mayor delito, de que les haze cargo, es el trato con Christianos, que por alli suelen passar en sus nauios, y les reprehende porque conseruan las cruzes, que los christianos, que por alli han pasado, les han puesto, y que reciban de ellos rosarios, ni medallas, que ninguna de estas cosas, quiere el enemigo, que tengan. Y por no auer entrado hasta aora Religiosos, ni predicadores en aquella isla, se estan en su indidelidad, y sugecion al demonio [...].
Pero voluiendo a la fertilidad de la tierra, es grandissima: y cogen copiosamente maiz, i legumbres; y trigo y zebada con moderacion; porque siembran poco de eso, que lo que mas estiman es el maiz, para chicha. Que si pusieran cuidado en sembrar trigo, fueran prodigiosas las cosechas. Crian cantidad de gallinas, ouejas castellanas, y chilenas, que crezen, y engordan a marauilla, y tienen trato de ellas con los Indios de Tirua y tierra firme. Solian tener bacas, y por ser la isla corta, y en semejantes estrechuras, perjudiciales a las cementerios, las mataron. Tienen pocos caballos, y solo ser siguen de reconocer la isla, y para alguna regocijo. No ay puerto, ni surtidero, evento de la braveza del Acallan. Y aunque algunas vezes los nauios, que van a Chiloe, y otras partes dan fondo en el mar, es con buen tiempo y muy de paseo. Siempre hallan en los indios cumplidssimo agasajo, y regalo de Aues, carneros, papas, y maiz. Y se contentan con un pequeño retorno de cascabeles, peines, cuchillos, añil, cuentas de vidrio y cosas deste porte. Comercian con los de tirua, y Paicabi por carneros y obejas de la tierra, y lumas para cabar, las cosas que los indios de tierra firme adquieren de los Españoles, como hachas de yerro, cuñas, añil, cuentas de vidrio, y cosas assi.
Diego de Rosales estructura así un diagnóstico completo de la realidad de los habitantes de la Mocha.
La isla estaba poblada por menos de un millar de mapuches, organizándose dos grupos o secciones, compuestos por una serie de familias extensas semi-autónomas. Sus estrategias de subsistencia están centralizadas en la agricultura, crianza de animales, recolección y pesca de especies marinas. Parte de la vida cotidiana transcurre en un constante conflicto entre ambos bandos y las disputas territoriales "entre los del norte y los de sur" aparecen como la causa más importante de sus "trabadas guerras".
Complementariamente establecían relaciones de trueque con visitantes europeos y mapuches continentales. Así obtenían, otros productos muy preciados, hachas de hierro, cuñas, añil, cuentas de vidrio, cascabeles y peines. No eran marinos por tradición, pero conocían las técnicas apropiadas para la construcción de frágiles embarcaciones hechas en fibras vegetales como la "puya" o "magüey", que surcaban el mar en sus necesarios viajes al continente.
El Despoblamiento de la Isla Mocha (1685-1687)
Entre los diversos papeles que reunió el bibliógrafo José Toribio Medina en su incansable búsqueda de la historia chilena por archivos dispersos en el mundo, se encuentra un legajo relacionado con el despoblamiento de la Isla Mocha a fines del siglo XVII: Los documentos forman parte del Tomo 323 de los Manuscritos Originales, depositado en Sala J.T. Medina de la Biblioteca Nacional de Chile (Quiroz 1993).
Este legajo está compuesto de una serie de papeles agrupados en 17 piezas (312-328) que buscan justificar de una u otra medida el traslado forzoso que hace la Corona de España de los nativos de la Isla Mocha. Cada uno de ellos son un ejemplo del discurso geopolítico de una potencia mundial para la que Isla Mocha, un punto insignificante en el mar, adquiere una importancia inimaginable. Es la suerte de las islas.
La historia pequeña comienza con el arribo en el verano de 1648 de un navío inglés a la Isla Mocha. Como de costumbre (lo atestiguan innumerables crónicas y relatos de viaje de más de cien años) los indios de la isla los atienden y establecen con ellos sus negocios.
Sin embargo, esta vez iba a ser diferente. Los españoles tienen otros asuntos (reparto del mundo, por ejemplo) con los ingleses y no los quieren tan cerca de sus costas. Es necesario despoblar la isla para que sus competidores no tengan agua ni alimentos. Los mapuche de Isla Mocha son así el cordero pascual que será sacrificado para la salvación de los intereses de una nación en conflicto con otra por motivos conocidos (imperialismo será llamado en tiempos modernos).
Los papeles nos indican que el Virrey de Lima propone al Presidente de Chile José de Garro en carta del 7 de mayo de 1684 que solicite opiniones a diversas autoridades civiles y militares para aprobar el despoblamiento de la isla y el traslado masivo de los indios al continente el legajo (pieza 314) y el inicio de una interminable búsqueda de razones y justificaciones.
El presidente José de Garro solicita entonces al Corregidor de Concepción Jerónimo de Quiroga que inicie las investigaciones sobre lo sucedido con el barco inglés en Isla Mocha. Los españoles desembarcan en la isla y toman varios prisioneros, entre ellos un cacique de Tirúa, Quilapichún, y otro de la Mocha, Agüigüenu, y los lleva a Concepción para interrogarlos.
La transcripción de estos interrogatorios y un análisis general de los datos que entregan constituyen el primer informe oficial, emanado de la Presidencia de Chile, fechado en Santiago el 30 de mayo de 1684 (pieza 313), donde se plantea la necesidad imperiosa de despoblar la isla.
Es de interés mostrar una parte de la declaración del cacique de Tirúa Quilapichún (pieza 313, fs. 419-420).
[...] fuele preguntado por el dicho interprete que de donde es natural, dijo que es de Tirua que es el puerto de tierra firme de la Ysla de la Mocha y donde llegan las valssas = preguntado si estuvo en la dicha Isla de la Mocha quando estuvo en ella un bajel de enemigo y lo que paseo con dicho bajel y los yndios= dijo que el capintan de indios de Tirua le despacho a este declarente con otro veiynte y quatro yndios de su parzialidad enquatro balssas a conchavar ovejas de la tierra y que estando en la Isla llego de hazya Valdivia un bajel y que a puesta del sol dio fondo a vista ysla y este declarante viendo que los yndios de dicha isla no hicieron ninguna novedad les dijo que tomaran sus armas y que el cacique Catalao esparzio su gente por los parages de dicha isla donde pudieran desenvarcar y que el día siguiente a medio dia bino cerca de la ysla una lancha de dicho navio con seis hombres que conocieron eran moros que assí llaman a las naciones del norte y les mostraron una vanderilla blanca y los gritaron que ellos entendieron era llarlos con lo qual este declarante y los demás indios largaron las armas y llamaron a los yngleses los cuales no fueron y que un cacique llamado Anguengueno les dijo si eran moros, que de donde venían y respondieron que yngleses y enviaron a un indio mozeton de la isla que se llama Guenmante a caballo y entro asta la lancha y allí le dieron cuatro cuchillos y seis mazas de chaquiras y que el cacique llamado Anguinegueno les dijo a los yndios biendo lo que traía el que llego a la lancha esto es lo que traen los moros y lo arrojo diciendoles que si querian lo cogiessen y que este declarante y el cacique Anguinegueno suvieron en dos caballos y fueron para la lancha aviado sin levar cossa ninguna y haviendo llegado a la nacha los agarraron y los metieron dentro de dicha lancha y los llevaron al navio al qual dieron dos bueltas porque biessen dicho navio que es grande y los entraron dentro y aunque les ablaron solo entendieron que les decia amigo y este declarante respondia con la caveza que no y que haviendo anochecido los entraron [...]
La otra declaración, la del cacique Agüigüenu, es muy similar. Ambos justifican su proceder dejando en claro que no comerciaron con los ingleses.
El Presidente de Chile no queda conforme con ellas y ordena a su Corregidor de Quiroga que continúe la investigación e interrogue a nuevos testigos. La verdad debe surgir a pesar de las "mentiras" de los indios. Los interrogatorios de Marilicán y Lincanpan, indios de la Mocha, Menguiante, Ybucheo, Guaiquiñamcu, Taramocho y Alcamanque, indios de Tirúa, y Marinagüel, indio de Paicaví, los careos con Quilapichún y Agüigüenu, nuevas declaraciones y careos, constituen la pieza más voluminosa del legajo (pieza 316, 46 fojas) y muestran finalmente lo que los españoles querían: efectivamente los indios de la isla habían comerciado con los ingleses y por lo tanto debían ser expulsados de sus tierras e instalados en el continente cerca de los españoles. Se cierras los interrogatorios el 18 de julio de 1684.
En el intertanto, el 2 de julio de 1964, el Presidente de chile, escuchando las sugerencias (¿órdenes?) del virrey de Lima, oficia a diversas autoridades civiles y eclesiásticas para que dieran sus pareceres respecto del traslado de los indios de la Mocha al continente (pieza 315). Estas opiniones, entre las que se encuentran la de los Oidores de la Real Audiencia, del Obispo de Santiago y de los Provinciales de los franciscanos, mercedarios, agustinos y jesuítas, forman un segundo grupo de documentos que ofrece datos de interés etnográfico (pieza 317-324, 19 fojas).
Entre las diversas opiniones rescatamos las pronunciadas por Fray Antonio de la Cruz, Prior Provincial de los Agustinos (pieza 322, f.518), y remitidas al Presidente de Chile con fecha 2 de septiembre de 1684.
[...] sobre el parece que Su Señoria pide, de si sera conveniente despoblar la isla de la Mocha, a fin de quitar la escala para el enemigo de la Europa, y reducir a nuestra Santa Ley a dichos gentiles que abitan dicha isla: dice que no solo halla por importante el que se desserte dicha isla de la Mocha, sino que tengo por mui sierto, que la Magestad Divina permitio, que aquellos varbaros cometiesen la traisión de socorrer al pirata para que desta culpa se originase el scarles de sus tierras; y predicarles para que admiran Nuestra Santa Fee, pues se tiene por experiensia que todos los indios que se han baptisado en la frontera del Real Exersito no se hallara ninguno que sea formalmente christiano; por no dejar la supertision establecida en la natural patria; porque abusan del Santo Sacramento del baptismo, y solo sebe que los indios que se an traido de la frontera para esta ciudad de Santiago, y sus confines, sino en el todo an abrasado nuestros ritos; baptisandose y foensadose: de cuias premisas infiero quan importante sera el despoblar dicha isla; y para el segundo de que en el benidero tiempo se buelban a ello ofrezco a V.Ss. para las familias, que V.Ss. fuere servido vastante tierras, en una possesion donde mi comunidad tiene los ganados de su sustento llamada Loncotome, más de treinta leguas de esta ciudad, de donde no podrán salir para su patria; sin pasar por esta ciudad de Santiago y sus términos, y donde se les pondrán obreros del Santo Evangelio, para que les prediquen y se bauticen en honra y gloria de Dios y cristiano zelo de la Real Magestad [...]
Considerando estos informes el Presidente de Chile, José de Garro decide trasladar a los indios de Isla Mocha y le ordena al Corregidor de Concepción Jerónimo de Quiroga que proceda y los instale en los alrededores de Concepción.
Jerónimo de Quiroga cumple con sus órdenes durante el mes de marzo de 1685 despoblé la isla de la Mocha porque el pirata inglés no sacase de allí bastimentos y llevase la gente para poblar alguna factoría y fortificase; fueron 800 almas y fue Dios servido que no se ahogase ninguno, habiendo atravesado doce leguas de golfo tormentoso en unas balsas de totora (Quiroga 1979 (1692):460).
Los últimos documentos son administrativos y sancionan la instalación de los indios en la Misión de San José de la Mocha (piezas 326-328), situación que es resumida por una carta del Presidente de Chile al Rey de España, fechada en Santiago el 15 de abril de 1686 que encabeza el legajo (pieza 312, fs. 394-399) y pone el punto final a la historia relatada por estos papeles. Nos interesa transcribir algunos puntos de su extensa y descriptiva carta:
[...] pareciendo necesario que se hiciese en navío y embarcaciones de alta borda y con otras prevenciones muy costosas, o que puede resultar algún movimiento en los memos indios de la isla o en los fronterizos de la tierra firme con quien tenían comunicación frecuente y parentesco y así era temido el empeño de esta resolución al paso que se reconocía la importancia de su excusión [...] así la Divina Majestad asistió con especial providencia al buen logro de mi deseo porque sin costo de la Hacienda de V.M. con grande brevedad sin resistencia ni oposición, habiéndose ganada la voluntad de los indios de la Isla, la de los indios de tierra firme con agasajos y persuasiones representándoles sus propias conveniencias y teniendo todas las cosas bien dispuestas y prevenidas para ocurrir con prontitud quialquier movimiento, con una piragua que hice traer de Valdivia y con el barco de la Conceción y algunas balsas que se fabricaron para el intento y con toda la celeridad posible eligiendo el tiempo oportuno de navegar la costa y observando las oras en que el mar se altera, fueron sacados estos indios y traídos a la tierra firme con felicísimo suceso sin que alguno hubiese peligrado y conducidos por tierra dos leguas de la ciudad de la Concepción de este bando de Vivió, río muy caudaloso y lugar ameno y fértil donde tienen copiosos y abundantes frutos y cuando llegaron a ella hallaron formado su población con una iglesia y sus casas de madera y paja que son las que acostumbran y con prevención de cantidad de ovejas para su sustento [...]
Todo lo obrado por José de Garro fue confirmado por el Rey de España en su Real Cédula del 15 de octubre de 1969 (Jara 1982, T.I 373-374).
El REY. Don Tomás de Poveda, Caballero del Orden de Santiago de mi consejo de Guerra, Gobernador y Capitán General de las provincias de Chile y Presidente de mi Audiencia de ellas. Don José de Garro, vuestro antecesor en esos cargos, me dio cuenta en carta de quince de abril del año pasado de mil seiscientos y ochenta y seis, que hallándose en la actual transportación de los indios naturales de la Isla de la Mocha a las riberas del río Bío-Bío, me informó los motivos que habían concurrido para ejecutarla, y diligencias hechas en orden a su justificación, y porque constase de ellas con toda formalidad, me remitía los autos originales que para ello se hicieron, pasando a expresar se había conseguido dicha transportación gloriosa y felizmente, sin costo de mi Hacienda, grande brevedad y sin resistencia de los indios de la Isla, ni de los de Tierra Firme, por habérseles ganado la voluntad con agasajos y persuasiones, representándoles al mismo tiempo sus propias conveniencias. Y que teniendo todas las cosas bien dispuestas y prevenidas para ocurrir con prontitud a cualquier movimiento, en una piragua, el barco de la Concepción, y algunas balsas que se fabricaron para el intento, fueron sacados dichos indios y traídos a la Tierra Firme con felicísimo suceso, sin que alguno hubiese peligrado, y conducidos por tierra dos leguas de la ciudad de Concepción, de aquella banda de Bío-Bío, río muy caudaloso y lugar ameno y fértil donde tienen copiosos y abundantes frutos cuando llegaron hallaron formada su población, con una iglesia, casas de madera y paja (que son las que acostumbran) y prevención de cantidad de ovejas para su sustento, con más comodidad de la que tenían en la dicha Isla, de que quedaron sumamente gustosos, porque además de haberse mejorado, salieron de la desconfianza en que se hallaban con algunas experiencias de tiempos pasados, pensando no se les guardarían las condiciones ofrecidas y que venían sujetos a servidumbre. Y habiéndose formado el pueblo de los dichos indios, y dándole por nombre San José de la Mocha, en honra y veneración de este glorioso Patriarca, a quien eligió por tutelar, se bendijo la Iglesia y se celebró en ella el Santo sacrificio de la Misa, y pasándose a numerar las personas reducidas a esta nueva población, se hallaron más de setecientas, y con las que después se habían recogido entre hombres, mujeres y niños, concluyendo dicho don José de Garro, con que mediante esta disposición entraron dos religiosos misioneros de la Compañía de Jesús, sujetos muy provectos, señalados en virtud y celo del servicio de Dios, y peritos en el idioma de los indios a predicarles y enseñarles la Doctrina Cristiana, que luego la recibieron y pidieron el Santo Sacramento del Bautismo, y quedarían reducidos al gremio de nuestra Santa Iglesia Católica Romana, y con muy seguras esperanzas de que se había de lograr en esta reducción más copioso fruto que en otra alguna de las de ese Reino, porque para su conservación y político gobierno, hizo las ordenanzas que vienen con los autos citados, las cuales comunicó con esa Audiencia, y pareciendo estar bien ajustadas las mando publicar y ejecutar, en el ínterin que yo las confirmaba, o mandaba otra cosa. Y, habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con los autos citados y ordenanzas insertas en ellos, y lo que sobre todo dijo y pidió mi Fiscal en el dicho Consejo, he tenido por bien aprobar y confirmar (como por la presente confirmo y apruebo por ahora) en todo y por todo las Ordenanzas que hizo el dicho don José de Garro para los indios que transportó de la Isla de la Mocha a las riberas del río Bío-Bío, se mantengan en su nueva población en vida política y cristiana respecto de ser tan atentamente dispuestas y consultadas y en nada contrapuestas a las ordenanzas y cédulas. Y os encargo y mando las observéis y ejecutéis y hagáis observar y ejecutar, sin variar en cosa alguna de ellas, sin orden mía, sino es en caso muy preciso, y entonces me daréis cuenta de ello y de los motivos y causas que hubieren concurrido para alterarlas, y que vean en el dicho mi Consejo de Madrid a quince de Octubre de 1696. Yo el Rey.
Jerónimo de Quiroga, soldado encargado de despoblar la Isla Mocha resume la información sobre la isla y sus habitantes:
Los de la Mocha hasta estos años fueron incógnitos, porque ni nos vieron, ni los veíamos pero ya se transportaron todos a la tierra firme en el presente Gobierno de don José de Garro, con grande acierto y feliz fortuna, pues pasaron en canastos de totora un golfo de 12 leguas todas las familias, sin pérdida ninguna; y están cristianos todos, los leguas de la Concepción, con beneficio común de esta república.
El año de mil seiscientos entró con cinco navíos por el Estrecho de Magallanes el pirata inglés, y entre otras cosas traía muchos anteojos de larga vista y libros heréticos, para introducir los dogmas de sus errores entre los indios, creyendo que eran hombres capaces de entenderlos. Dicen unos que arribaron a la isla de Santa María, y otro que a la tierra de Lavapié, pero lo común y más recibido entre los indios es que saltaron en la isla de la Mocha.
En fin, ellos saltaron en una de estas partes, y haciendo a los indios un banquete en tierra, mataron a todos a palos, sin que se librase ninguno de los que estaban en tierra; y de esto blasonan los indios de la Mocha, solamente representándonos este particular servicio, que en mi sentir fue particular delito digno de castigo, porque no los degollaron por el amor que a los españoles tenían, sino el odio de la nación española, no distinguiendo si eran castellanos o ingleses, y como los vieron blancos y barbados los tuvieron por enemigos suyos así como nosotros lo éramos.
Compruébale esto con que a la isla de La Mocha se pasaron algunos indios al principio de la conquista, huyendo de los españoles y allí hicieron asiento, sosegados, y como todas esas tierras toman el nombre de las calidades o propiedades de sus dueños, o de algunas cosas notables inmediatas, se llamó Mocha esta isla aunque es alta, porque a los indios que habitan en ella los llaman amochinches, que quiere decir cimarrones, andadores o fugitivos. El motivo que tuvieron para matar a estos piratas fue haberles dado algunos anteojos a los indios, que mirando por ellos les traían las cosas que estaban lejos muy cerca de la vista, y mirando se les acercaba el ganado, lo cual les pareció bien, pero volviendo a mirar al mar y a los bajeles enemigos, todo se le acercaba, y considerando que aquellos instrumentos podrían traerles a los españoles, de quienes habían huido a aquella isla, más cerca sólo con mirarlos con aquel anteojo, determinaron quitarles a todos las vidas, como en efecto lo hicieron.
Despoblé la isla de la Mocha porque el pirata inglés no sacase de allí bastimentos y llevase la gente para poblar alguna factoría y fortificase. Fueron 800 almas y fue Dios servido que no se ahogase ninguno, habiendo atravesado 12 leguas de golfo tormentoso en unas balsas de totora, y las reduje a esta parte de Bío-Bío, 2 leguas de la Concepción, donde hoy están con su Iglesia y misioneros.
El fin de la historia es, por lo repetido, ya conocido. Fueron expulsados de sus tierras, forzosamente traslados lejos a orillas de un gran río, evangelizados por los padres negros, aniquilidados por la codicia e ignorancia europea y borrados del mapa como tantos, antes y después, literal y metafóricamente (Quiroz 1991a, Vergara 1991).
Los Mapuche de la Isla Mocha en la Misión de San José de la Mocha, Concepción (1687- ?)
Jerónimo de Quiroga procedió al despoblamiento de la Isla Mocha como si esta fuera una campaña militar de real trascendencia para la estabilidad de los gobernantes. Es así como en el año 1685, luego de arrasar los cultivos, quemar las viviendas y dejar malheridos a decenas de mochanos finalmente los redujo. Luego los embarcó masivamente en buques y frágiles balsas con destino a la Concepción donde:
Se establecieron entre los ríos Andalien y Bio Bio y se le puso el sitio el nombre de la isla llamándose San José de la Mocha cuyo paraje es hoy muy nombrado por haberse pasado a él la ciudad de la Concepción (Manuscritos Originales, FBJTM, 323).
En el legajo depositado en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional que presentamos anteriormente se encuentra un documento de gran interés etnográfico, donde se caracteriza en forma muy precisa a cada una de las familias trasladas de Isla Mocha al continente (pieza 325, fs 534-551). El encabezamiento de los papeles expresa claramente la naturaleza del escrito:
Numeración de las familias de los indios mochos que saco de la Isla de la Mocha el Sr. Presidente Gobernador y Capitán General de este Reyno, Don Joseph de Garro, por ordenes del Consejo de Su Magestad este año de 1685, y los sito y pobló en esta parte del rió de Bio Bio, en el valle de Gualqui, en tres de abril del dho año de 85.
El documento consta de 9 hojas, escritas por ambos lados, donde aparece una información muy completa sobre cada una de las familias trasladas. Por ejemplo, los datos correspondientes a las familias de los dos caciques de la isla son los siguientes:
[...] Familia del cacique Quetalabquen. El dho. cacique de edad de 60 â, al parecer con una muger. La muger de edad de 40 â al parecer, llamada Lleubumañque. Un hijo de edad de 8 â llamado Pichilabquen. Un hijo de 12 â llamado Perquimcheuque. Otro hijo de edad de 20 â llamado Callburen. Otro hijo de edad de 38 â Llamado Guenulabquen. Una hija de edad de 2 â llamada Macha. La mujer de Guenulabquen de edad de 40 â llamada Ayumaguida, con un hijo de edad de 9 â, llamado Talcalabquen [...] (f. 534)
[...] Familia del cacique Aguiguenu. El dho. cacique de edad de 40 â, al parecer con quatro mugeres. La una muger de edad de 20 â llamada Chicaluan. La otra de edad de 35 â llamada Nagpailame. Otra de edad de 13 â llamada Gulparlabquen. Otra de edad de 40 â llamada Chugylabquen. Un hijo de edad de 6 â llamado Penchulebi. Otro hijo de edad de 4 â llamado Raguiguenu. Otra hija de edad de 10 â llamada Naypichun. Otra hija de edad de 4 â llamada Quinchupichun. Otra hija de edad de 1 â llamada Yomu [...] (f. 541).
Básicamente, la información que nos entrega el documento por cada familia es la siguiente: (a) nombre y edad aproximada del jefe de familia, (b) número de esposas y (c) nombre y edad aproximada de cada una de sus esposas, hijos, hijas y otros parientes (con su grado de parentesco) que viven con él.
En otro trabajo (Quiroz 1991b) hemos presentado un análisis preliminar de la información etnográfica que, sobre la estructura familiar de los indios de la Isla Mocha a fines del siglo XVII, se desprende de este documento. Repitamos ahora que en la lista se distinguen 122 unidades familiares con 586 individuos (4.8 personas por cada unidad) distribuidas en dos grandes grupos o "reducciones" (Quiroz 1991b: 18), una encabezada por el "cacique" Quetelabquen (53 unidades con 238 personas, 4.5 promedio) y la otra por el "cacique" Agüigüenu (69 unidades con 348 individuos, 5.0 promedio); que considerando un universo de 112 matrimonios, un 27% corresponde a matrimonios poligínicos, con 2, 3 ó 4 esposas (op.cit.: 19) y que las unidades familiares no sólo están compuestas por los esposos y sus hijos sino también por otros parientes, tales como madres, hermanas, nueras, sobrinos/sobrinas y nietos/nietas (op.cit.: 20).
El documento entrega además una información muy interesante respecto de los nombres de 586 mapuche, hombres y mujeres, adultos y niños, de su composición y trasmisión. Si consideramos la totalidad de los jefes de familia, los radicales (término final del nombre) con mayor presencia son "cheuque" (ñandú) con un 11.6%, "pangui" (puma) con un 7.4% y "ñamcu" (aguilucho) con un 6.6%. Si analizamos los datos respecto del traspaso del nombre de intergeneracionalmente tenemos que este radical se trasmite hacia algunos de los hijos. Por ejemplo en el caso de los descendientes del cacique Quetalabquen, dos de sus hijos (el mayor y el menor), Guenulabquen y Pichilabquen, y su nieto Talcalabquen, hijo de Guenulabquen, llevan el radical. Los otros dos hijos, Callburen y Perquimcheuque, no lo llevan. En el caso de los descendientes del cacique Agüigüenu lo lleva y el mayor, Penchulebi no lo hace.
Los indios de la Isla Mocha fueron instalados en la Misión de San José de la Mocha, a orillas del río Bío Bío. A pesar de su forzoso traslado al continente, los habitantes de la Mocha conservarán durante algún tiempo sus costumbres. Según los papeles, se tomaron todas las medidas para evitar los excesos cometidos en otros lugares. El tiempo se encargaría de desmentir las palabras escritas con tinta para escribir otra con sangre, con la sangre de los indios de La Mocha.
Sin embargo, una última y postrer resistencia. Un asombrado inspector del ejército español, Francisco Ibáñez de Peralta, escribe en 1701 (Olivares 1992).
[...] en el pueblo de San José de la Mocha, donde tienen una famosa iglesia y casa donde asisten continuamente los misiones doctrinado apuestos indios dos veces al día, no quieren enterrarse en sagrado sino a la puerta de su rancho, a la vista de sus mujeres, con papas y chicha.
Este patrón de enterramiento puede ser corroborado por la arqueología, como lo hemos detectado en los sitios P21-1 y P5-1, en la Isla Mocha.
Epílogo
Los encuentros y desencuentros entre estilos de vida diferentes, indígenas y europeos, son un juego de espejismos, ilusiones que se acercan y se tocan hasta fundirse en una paz real o que se esfuman abrazados en la violencia del odio interétnico. Enlace y ruptura, el ir y venir de la muerte, voluntad que presagia la paradoja total: Isla Mocha no fue el lugar más aislado del mundo, no, las condiciones de la política mundial durante el siglo XVII la colocaron en el ojo del huracán y esos vientos fueron vientos de muerte para los mochanos. El registro arqueológico no hará más que confirmar la paradoja enunciada.
Daniel Quiroz
Juan C. Olivares

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