Luis Vitale
Los primeros MITOS
Uno de los primeros mitos fabricados por los colonialistas ibéricos fue el descubrimiento de América. Cuando los españoles y portugueses tropezaron con nuestro continente, hacía milenios que los Pueblos Originarios habían forjado altas culturas. Si alguien descubrió América fueron los primeros hombres y mujeres que cruzaron por el estrecho de Behring hace más de 50.000 años. Los europeos, antes del viaje de Colón, desconocían la existencia de nuestras culturas pues los avances de la náutica no eran suficientes para iniciar aventuras transoceánicas. En rigor, el mito del "descubrimiento de América" constituye uno de los tantos encubrimientos de la Historia, como disciplina, a contracorriente de la realidad histórica de los pueblos, que discurre sin ideologizaciones a posteriori.
Por consiguiente, el retraso de la navegación oceánica fue lo determinante en la ignorancia de los europeos respecto de la existencia de los americanos. Colón no descubrió nada, como tampoco los portugueses, franceses, ingleses y holandeses descubrieron las culturas primigenias de Asia, Africa y Australia. Si posteriormente se inventó el mito de que los
europeos "descubrieron" América y otros continentes fue por una razón recargada de ideología para justificar la conquista.
Está demostrado que muchos siglos antes que Colón pisara tierra americana, nuestros
Pueblos Originarios vivían un estadio cultural avanzado -tanto en alfarería, cestería y regadío artificial como en el trabajo minero y metalúrgico- prestamente aprovechado por los colonizadores, cuya explotación tan rápida y fructífera sólo puede ser explicada por los adelantos de las culturas agro-alfareras, preexistentes a la conquista española.
Como prueba, ahí están las joyas y labrados en oro que despertaron la admiración de connotados artistas plásticos del siglo XVI, como Alberto Durero, quien al ver los tesoros que Hernán Cortés ofrendó al rey Carlos V, manifestó: "En mi vida no he visto nada que de tal modo alegrara mi corazón. He visto las cosas que le fueron traídas al rey desde la nueva tierra de oro. Un sol enteramente de oro y una luna toda de plata (...) Vi que entre ellas había objetos artísticos que me han dejado atónito ante el talento de esa gente de tierras lejanas. En verdad, no acierto a decir lo suficiente acerca de las cosas que tuve ante mis ojos" (citado por V. von Hagen: Los reinos americanos del sol, p. 10, Barcelona, 1964).
Algunos cronistas españoles se sintieron obligados a reconocer que "los indios" inventaron los hornos de fundición, llamados "guairas", la técnica de la soldadura y casi todas las aleaciones de metales, con excepción del hierro. Alfonso Caso ha dicho en la página 44 de su libro Culturas mixtecas y zapatecas, publicado en México en 1942, que "los mixtecas no sólo fueron los mejores orfebres de América sino que ningún otro pueblo los
superó en el mundo".
Esta fue la cultura que destruyeron los invasores europeos; una cultura tan avanzada, como la maya, creadora del número Cero diez siglos antes que los europeos, quienes lo llegaron recién a conocer por vía de los árabes. Sociedades muy avanzadas en el estudio y aplicación de la astronomía, con ciudades como Tenochtitlán, habitada por más de medio millón de habitantes, una de las urbes más grandes del mundo en esa época, tan poblada como Pekín y Estambul. No obstante, la historiografía tradicional continúa sosteniendo que nuestros pueblos orginarios estaban en la fase llamada Prehistoria, cuyo prefijo indica fase preparatoria para entrar a la historia, cuya condición sería tener pleno conocimiento y práctica de la escritura. Nuestros Pueblos Originarios no conocían ni usaban la escritura utilizada por los griegos, aunque se expresaban en escritura ideográfica e inclusive mixta. Sin embargo, escribieron una de las mejores páginas de la Historia Universal al labrar, para citar uno de los tantos ejemplos, las joyas de Monte Albán, erigir Machu-Pichu y las pirámides del Sol y la Luna.
No obstante, se sigue diciendo que vivían en la Pre-historia como si la condición para
entrar a la historia fuese aprender a escribir al estilo europeo. Efectivamente, no eran amanuenses del papel escrito, pero lo eran de la artesanía, astronomía y de una sana relación de la sociedad con la Naturaleza. En rigor, todas las manifestaciones humanas -con o o sin conocimiento de la escritura- desde los pueblos cazadores-recolectores hasta la actualidad son historia, forman parte de la Historia Universal, hacen y siguen haciendo historia.
Mientras tanto ¿qué era el tan mentado "Viejo Mundo" en el siglo XV?. España estaba recién medianamente unificada, bajo el reinado de Fernando e Isabel la Católica. Antes, había sido colonia del imperio romano, del siglo II a.c. al siglo V de nuestra era. A partir del VII, de hecho dominada por el imperio musulmán hasta mediados del XV, lapso en que los ibéricos -y por su intermedio los europeos- pudieron recién conocer a grandes filósofos árabes como Ibn Jaldún, Avicenas y Averroes, herederos del pensamiento aristotélico, menospreciado por la Iglesia Católica, que al fin tuvo que aceptarlo para superar su contradicción entre Razón y Fe a través de Tomás de Aquino. En suma, la España que nos
invadió -pretextanto ser representante de la civilización- había sido colonia romana durante
siglos y otros tantos del imperio musulmán, del cual incorporó las variadas formas de regadío artificial, aunque no logró aprender el depurado trabajo en metales, sólo dominado en Europa por los orfebres de Silesia y la baja Sajonia, a un nivel inferior al de los pueblos originarios de nuestra majestuosa Cordillera de los Andes. Ni qué decir del atraso y subdesarrollo de Inglaterra. Colonia del imperio romano, de los siglos II al V, fue luego dominada por los sajones, los cuales no se caracterizaban precisamente por sus avances culturales. La tan magnificada Inglaterrra gateaba en la historia cuando fue invadida en elsiglo XI por los normandos de Guillermo I, el Conquistador. Inicióse entonces un proceso de culturización recién consolidado con la aprobación de la Carta Magna en 1215, que permitió -según el connotado historiador Perry Anderson- abrir un proceso de "integración de la nobleza feudal al estado más temprano que en otras partes". En todo caso, no se podría hablar de una Inglaterra desarrollada económicamente hasta que logra apropiarse de la industria textil de la India y de los avances en la naútica transoceánica de otras culturas. Del milenio anterior, no existe ningún vestigio que permita decir: Inglaterra era más "vieja" y avanzada que las culturas originarias de nuestra América. Lo mismo cabe decir de Alemania, fragmentada en condados y ducados, recién se unificados en una sola nación en 1871, bajo la férrea conducción de Bismarck.
Este territorio, de sólo 128 años de existencia como Estado-nación, no fue precisamente cuna de expresiones culturales superiores a las de los americanos, aunque sí tiene el honor de haber entonado la Canción de los Nibelungos y, sobre todo, albergado a las valientes "walkürias" que le hicieron morder el pasto a las -hasta entonces- invencibles legiones romanas de Julio César.
Francia no puede vanagloriarse de haber tenido una cultura más avanzada que la Maya, Azteca e Inca. Advino al mundo de las letras con la Chanson de Roland, nueve siglos antes del gran Racine, Molière y Descartes. Su Estado nacional comenzó a gestarse en el siglo XIII, con Felipe el Hermoso. A pesar de la gesta de Juana de Arco y de su derrota en la "guerra de los cien años", Francia tardó siglos en afirmar la unidad nacional de sus habitantes, dos veces más numerosos que España y cerca de cuatro veces más que los de la Inglaterra de entonces. Mas ese llamado Viejo Mundo -menos viejo que las civilizaciones egipcia, sumeria, china e indú- nunca pudo contemplar la belleza de un Machu-Picchu, Tiahuanaco y menos las pirámides del esplendoroso Teotihuacan.
Si bien es cierto que el Pueblo Mapuche no había alcanzado el nivel de otras sociedades americanas, no debe menospreciarse su trabajo agrícola, alfarero, textil y, sobre todo, su sana relación con la Naturaleza, vale decir su Ambiente, con los milenarios bosques del sur chileno. Sus posibles ancestros anduvieron cazando, recolectando y pescando hace unos 6.000 años antes de nuestra era o, quizá más, según los últimos descubrimientos arqueológicos. Mucho más tarde, a comienzos del último milenio, se hicieron horticultores en tránsito a la fase agro-alfarera.
Dos complejos culturales, Pitrén y El Vergel -descubiertos recientemente en cementerios analizados por especialistas- indican que desde el Bío-Bío hasta Llanquihue existió una cultura cuyo fechamiento radiocarbónico data de más de 600 años d.c., para el caso de Pitrén, forjadora de una alfarería con figuras zoomorfas, antropomorfas y jarros con asas, pintados de rojo y negro. Sus artífices tuvieron contacto o recibieron la influencia de las culturas del actual Chile central. La cultura El Vergel -ubicada en las cercanías de la ciudad
de Angol- sería posterior, después del año 1.000 d.c., con un mayor desarrollo agrícola y, sorprendentemente, con un conocimiento minero-metalúrgico reflejado en aros de cobre
encontrados por los arqueólogos. Cabe suponer entonces que estaban en contacto con pueblos del complejo Aconcagua y otros de la zona central, denominados picunches (mapuches nortinos) por estar al norte del asentamiento fundamental mapuche del río Bío-
Bío al sur.
En fin, estos hallazgos muestran una vez más lo erróneo de la hipótesis de autores, como Latcham, según la cual los mapuches provenían de la Argentina, metiéndose como una franja en el actual territorio chileno del sur. Antes de la conquista española, la sociedad mapuche tenía un modo de producción comunal; definición no compartida por quienes han afirmado enfáticamente: los modos de producción solamente se originan en las sociedades de clase. A nuestro modo de comprender, el requisito para definir un modo de producción no es solamente la organización del trabajo sino la articulación entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción, componentes que no deben escindirse, las cuales forman parte de un todo: Formación Social.
Esta interrelación se produjo en las culturas agro-alfareras americanas, incluida la mapuche, pues hubo una articulación de las fuerzas productivas (instrumentos de trabajo, apropiación de frutos de la naturaleza, tierras, etc.) y de las relaciones de producción detipo comunal; es decir, hubo un régimen y una organización social del trabajo en la comunidad mapuche. Todo ello, basado en la posesión -no propiedad- colectiva de la tierra y en la redistribución de parcelas en usufructo por cada unidad gentilicia. Conclusión: la Formación Social mapuche tuvo un modo de producción comunal.
Esta sociedad, similar a otras originarias, tenía una economía de subsistencia y un pequeño excedente, el cual se reinvertía en obras generales para bien de la comunidad y, a veces, en el intercambio comercial, a base del trueque. Si bien no existía una producción generalizada de mercancías, de todos modos se daba un principio de mercado, por ejemplo, de los tehuelches con los chonos y veliches de la isla de Chiloé y de los mapuches con los huiliches y picunches. Ambos del mismo tronco; sólo se les nombraba de ese modo porque estaban al sur y al norte, respectivamente, de quienes habitaban entre los ríos Bío-Bío y Toltén.
En mayor escala comerciaban los pueblos integrantes del imperio azteca con los del Centro y Sudamérica, como lo han demostrado las investigaciones de las últimas décadas. Por lo
tanto, es un error de los economistas neoliberales decir que el mercado comenzó con el advenimiento del capitalismo. Mercado existió en las milenarias culturas asiáticas, africanas y americanas desde el momento en que los pueblos iniciaron la fase de intercambio comercial a través del trueque. Posteriormente, con la aparición de las sociedades de clase -como el esclavismo, el feudalismo y, sobre todo, el capitalismo- el intercambio se amplificó hasta dar paso en el siglo XVI a la apertura del comercio mundial.
Los mapuches, como otros pueblos agro-alfareros americanos, tuvieron un régimen social que rebasaba los meros lazos sanguíneos. Las relaciones de parentesco surgieron como resultado de una necesidad socio-económica de quienes se nucleaban en una comunidad que planteaba exigencias distintas a las de la fase recolectora. El parentesco de los pueblos agro- alfareros fue el resultado de un proceso cultural, no natural. A causa de no haber tomado debida cuenta de la interrelación entre estructura económica y relaciones de parentesco, algunos marxistas de orientación economicista subestimaron el papel del
parentesco en el modo de producción comunal. A su vez, la corriente estructuralista de Levi-Strauss ha priorizado dogmáticamente las funciones del lenguaje, cayendo en el fetichismo del parentesco. En tal sentido, Maurice Godelier en su libro Las sociedades precapitalistas, editado en México en 1978, criticó en la página 179 el error de los "antropólogos que privilegian esta función simbólica del parentesco y la tratan como puro lenguaje, así como el error contrario de quienes quieren definir su contenido suprimiéndole sus funciones económicas, religiosas, etc."
La organización gentilicia de los mapuches se basaba en lazos de parentesco funcionales a la posesión colectiva de la tierra y de los pastos, cerros y aguas, de uso común. El trabajo se realizaba mediante la cooperación simple, es decir, actividad conjunta para ejecutar labores de interés comunitario con distribución igualitaria. En el seno de la comunidad mapuche se daba una descendencia matrilineal, que a veces se ha confundido con la existencia de un régimen de matriarcado. El destacado papel de la mujer en los pueblos agro-alfareros derivaba de su relevante función pública: cultivaba la tierra, trabajaba la alfarería y elaboraba los tejidos con su creativo telar. Su pareja debía residir en el clan de la mujer. Los hijos llevaban la filiación y el totem de la madre, práctica vigente hasta fines del siglo XIX. El hombre no podía hacer pareja con una mujer del mismo clan, pero era lícita la relación sexual entre hijos e hijas del mismo padre, pero de totem diferente. En Mapudugún (lengua de la tierra) se encuentran palabras que indican esta relación: "lacutún", unión entre abuelo y nieta; "lamuentún", entre hermano y hermana de padre.
Durante la Colonia se dictaron reglamentos con el fin de prohibir estas uniones, las cuales para los españoles constituían pecados monstruosos. En cambio, para los mapuches algunos matrimonios entre españoles eran incestuosos, especialmente entre primos, si estos eran hijos de tías maternas y, por ende, del mismo totem. En un intento de aproximación teórica al problema, podríamos decir que -a diferencia de los pueblos recolectores y cazadores- en las comunidades agro-alfareras sedentarias empezó a estimarse a la mujer como garantía social de la reproducción, dadora de líneas de descendencia o filiación, base del parentesco para impedir el incesto con los del mismo clan. Sin minimizar sus notables aportes, opinamos que Levi-Strauss, al tratar el llamado "intercambio de mujeres", soslaya el problema socio-económico que subyacía en la necesidad de atraer hombres de otros clanes con el fin de reforzar la producción comunal. En rigor, la economía de estas sociedades agro-alfareras no estaba separada del régimen
sexual ni de las líneas de parentesco. Las prohibiciones sobre relaciones entre personas de un mismo totem estaban -como afirman algunos- ¿realmente destinadas a evitar una degeneración de la sociedad clánica? ¿o estas prohibiciones tenían un condicionamento socio-cultural?. Más todavía, el tabú del aparejamiento entre miembros del mismo clan ¿no tendría una finalidad muy concreta, como la de conservar el equilibrio social o de retener a las mujeres para garantizar la producción agro-alfarera y la reproducción de la comunidad?. En síntesis, para nosotros es insuficiente la explicación biológica. Es necesario buscar un fundamento económico-social para explicar el sistema de tabúes sexuales entre parejas de un mismo clan y su relación con la descendencia o filiación matrilineal.
La exogamia fue probablemente la expresión de una necesidad o beneficio social, encubierta por el tabú del incesto endogámico. En esta estructura matrilocal, el tío ejercía una influencia decisiva al distribuir tanto los trabajos a las mujeres parientes como a los yernos, atraidos de otros clanes. La importancia de la mujer no solamente residía en el papel desempeñado en las labores agrícola, alfarera y textil, sino también por su relevante actividad en el plano mágico-religioso, en el culto a las diosas de la fertilidad; en el caso de la sociedad mapuche es conocido el connotado papel que jugaba y juega la Machi.
Lejos de nosotros la idea de que la comunidad mapuche funcionara exactamente igual a la de otras sociedades agro- alfareras. No siendo de origen mapuche, siempre he sido muy cuidadoso en la interpretación de la cosmovisión de esa cultura, error que han cometido reiteradamente los historiadores y antropólogos no mapuches. Sólo aspiro a entregar -basado en investigaciones sobre otras culturas agroalfareras- un aporte teórico para discutirlo con colegas y, especialmente, con las mujeres y hombres del pueblo-nación mapuche.
Antes de la invasión española, la sociedad mapuche no mostraba signos evidentes de desigualdad social como se dieron en las culturas de los imperios Inca y Azteca, y menos
un embrión de estado. No existían castas sacerdotales ni militares. No acostumbraban a obedecer a ningún amo, según advirtió el padre Joseph de Acosta. Jamás fueron oprimidos por otros pueblos ni pagaron tributos, como las comunidades dominadas por los incas y aztecas.
En carta de 1610 a las autoridades españolas -publicada más tarde por José Toribio Medina en la Biblioteca Hispano-chilena, tomo II, p. 83- el padre Luis de Valdivia manifestaba: "la razón porque no conviene imponerles tributo es porque éstos (indios) no han tenido cabeza, porque no han tenido jamás gobierno político sino por parentelas, y así a ningún indio reconocen y ninguno se puede obligar en nombre de todos a cobrar y dar los tributos de los demás y al que tomase ese oficio le matarían luego". Esta carta es una prueba más de que los mapuches no tenían ningún tipo de estructura de dominación a la cual pagar tributos. Por esta causa -decía el Padre Rosales en Historia del Reyno de Chile, página 122- "no sólo resistieron al señorío de el Inga, sino que jamás quisieron admitir Rey ni Gobernador ni justicia de su propia nación, prevaleciendo siempre entre ellos la voz de la libertad". Ya lo había dicho Alonso de Ercilla y Zúñiga:
la gente araucana
"no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida"
No hay comentarios:
Publicar un comentario